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Brave: Una princesa según Pixar

Disney se vale de Pixar para evolucionar. No me refiero únicamente a los avances tecnológicos en la animación, sino también a esas necesidades que los realizadores de Pixar plasman dentro de cada una de sus historias. 

Esa situación evolutiva se evidencia en su más reciente entrega, Valiente (Brave), en la que la magia de las historias de Disney se une a la inventiva y filosofía de Pixar, que no es más que contar historias que lleven a sus protagonistas a la superación personal y a su encuentro con lo que realmente desean. Todo, claro está, con una animación de lujo. 

En esta ocasión, Merida se enfrenta al arquetipo de princesa Disney, apuntando directamente a que no quiere ser una princesa de ésas, y a su vez logra convertirse en la heroína del cuento. 

Sin príncipe encantado que corra a rescatarla, Merida es una joven con mucha sed de aventura, pero es limitada por su madre, la reina, quien tiene la responsabilidad de guiar a la joven princesa para que se convierta en una buena esposa y, más adelante, en una reina.

Una de las escenas más brillantes es una conversación montada en paralelo que mantienen madre e hija y que realmente no ocurre, cada una expresa su opinión por separado, pero todo se hila perfectamente, y de esa “no conversación” se desprende el conflicto, un conflicto que Merida crea por sí misma recurriendo a una bruja para que, mediante un hechizo, haga cambiar de parecer a su madre. La joven princesa debe asumir la responsabilidad de sus actos, de ella dependerá su destino.

Desde 2009, Pixar no lanzaba una historia original, después de Wall-E (2008) y Up (2009), la empresa centró sus energías en secuelas como Toy Story 3 (2010), Cars 2 (2011) y Monsters University (2013); además de esa pausa en historias nuevas, Valiente es la primera película en la que Pixar apuesta por una protagonista femenina, un campo en donde Disney tiene años de terreno ganado con su fábrica de princesas. Sin embargo, el uso de la princesa como eje del relato, no se enfoca, para nada, en mostrarnos las debilidades de Merida o en la necesidad del príncipe azul. Por el contrario, el conflicto entre madre e hija empieza exactamente en el momento en que los reyes deciden comprometer a su hija en matrimonio, la chica estalla al sentirse atrapada entre lo que sus padres quieren y lo que ella quiere. A ello se suma que los pretendientes distan mucho de esos príncipes dibujados por Disney.

Eso sí, la evolución de los personajes, y en definitiva, la resolución del conflicto, es más Disney que Pixar, una moraleja simple pero que será recibida por niños y adultos.

A nivel técnico, es simplemente una obra de arte, desde el diseño de los paisajes, la perfección de los movimientos, la mimetización del cabello, las texturas, la luz… Es, simplemente, perfecto. 


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